martes, 17 de noviembre de 2020

Dejemos hablar el viento.







Esta pandemia ha servido para reencontrarme con la lectura más voraz en un paisaje - mi barrio - de viejos y viejas a los que se les ha echado encima la vejez y ha sacado sus taras y el odio a relucir y ese vampirismo contra los jóvenes por ejemplo contra mi por ser joven y haber alcanzado cierta fama. La novela de Onetti es la historia del fracaso de un hombre en tres diferentes circunstancias: como médico, como pintor y como comisario de un pueblo de ficción llamado Santa María. Pero es algo más que eso, yo diría que: Medina es la representación del fracaso del hombre y que ésta es la novela de la incomunicación y el desamor. El es el dios creador que todo artista lleva dentro, pero sus criaturas, como toda obra humana, no pueden simbolizar más que el fracaso de Dios. Contemplando el rostro taimado y mirada de desconfianza de mis vecinos: Cuatro viejos a los que se la han echado los años encima sin haber llegado tal vez a cumplir ningún sueño y que sienten como se les escapa la vida sin remedio comprendo mejor el mensaje lúgubre de Onetti. Entre novelas y dias largos pasan las tardes de este presente que parece habernos fallado, o tal vez solo nos hace estar más despiertos. Soy un gran observador y contemplo este paisaje: el dueño del café que ve cerrar pronto su negocio sin haber llegado a llenar la caja y con cuatro empleados a lo que pagar, algunos viejos borrachos que disertan sin sentido y con poco juicio, un camarero sin futuro y alguna chica que aspira a casarse correctamente dónde el amor se convertirá poco a poco en un frío desden y algunos vecinos cuyo mayor divertimento es tomar café. Un paisaje desolador que se extiende al local de enfrente y al siguiente, otro café con demasiados dueños que esperan en la puerta entre - aires - que alguién entre pero que al caer la noche tienen que cerrar el local. Un paisaje agreste dónde crece el odio empujado por la derecha, que atiza la llama del descontento general.





Aquí no hay nada que ver, támpoco en otro lugares aunque yo voy a Madrid porque en la ciudad, estas penas se disipan por ser el orden moral de la ciudad de otra categoría. Hay que reinventar el amor decía Rimbaud, cuando el amor tradicional solo produce desamparo ante el paso demoledor de los años. Así que tomo impulso otra vez, todavía mojado por el paisaje crepuscular de Dejemso hablar al viento, para proseguir con mi primera novela Los Alejados, mientras médito y estudio la música de aquella época y aquel viejo conservatorio de Madrid por donde pasaron en los años precedentes a mi novela los mejores compositores como Albeniz, Tárrega, o Enrique Granados dónde el paisaje de fondo es el madrid de la generación del 98 y luces de bohemia, mientras los jóvenes del 27 llegan a la madurez en una ciudad que cae al vacío entre huelgas obreras, palizas de falangistas, desapariciones y asesinatos. Una novela con la que espero ganar algún premio literario y comenzar esta nueva andadura literaria cuando he llegado a la madurez que me hace estar lejos de cafeterías de medio pelo y de gilipollas.



Alejandro Rojo y Cisneros, 17 de Noviembre, 2020.



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