domingo, 19 de marzo de 2023

el mal politico, una enfermedad terminal.













El sueño.






Los niños y los pájaros están dormidos.

Fuera la noche brilla:
Tienen las alas cerradas y los párpados caídos.

Los niños y los pájaros están hechos del mismo barro,
la misma arcilla.

El mismo Dios, el mismo uno.

Todos duermen, parecen vencidos.




Dónde llegan los sueños llegará el viento del mundo
y despertaremos sólo con un soplido.







Como ángeles o ahogados.

Apenas ha pasado una hora.
Una hora encadenada a la monotonía de los relojes y de las fábricas.

Cuando se escucha el zumbido de las neveras,
y de las antenas encima de los tejados de las casas.

Una hora de hojalata dónde anidan las estrellas encendidas
y se iluminan las calles y las casas.

El destino de todos parece absurdo entre el rumor de los siglos.

Sólo queda la soledad de todos en mundo en fuga,
la monotonía de diminutos cadáveres de insectos sobre el agua de la piscina.

El café amargo, la soledad de los ratones y las arañas
entre las piedras de los jardines.

A esta hora los obreros salen de sus trabajos,
y la luz de las oficinas se apaga.

Sólo se escucha el murmullo de los trenes volviendo a casa.

Sólo queda ese morir cotidiano y parecer felices

como ángeles o ahogados.






La quemadura.





El dolor es una lengua de hojalata
que lame las cosas rotas.


Puedo recorrer los ojos tristes y el eco de la ausencia
qué se repite como las olas de un mar que no existe.

El recuerdo de la infancia, los peces en la boca.

¿Es espejismo o es magia?

Los juguetes rotos, los paisajes abandonados:

aquella verdadera patría: la del ratón, la polilla, la tela de araña.

















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