domingo, 8 de septiembre de 2024







II parte.


I acto.


2. La plantación de marihuana.



Mirar los años 80`s desde la segunda década del siglo XXI significaba mirar con nostalgia la infancia. Orwell y sus amigos habían sido jóvenes y felices en aquella época y siempre contaban viejas historias de aquellos años. A veces sentado en su cocina escuchando la radio comenzaba una canción y Orwell exclamaba en alto el grupo o cantante de la canción entre la nostalgia de un pasado mejor y el desamparo actual en el que vivía en esta antigua casa. Orwell era inteligente y sabía que nadie iba a venir a ayudarle. Así que desde que volvió a la vieja casa de su madre y había plantado marihuana en el fondo de la piscina vacía, cubierta por una maya azul que había robado de una obra. Con esta marihuana podía vivir seis meses desde que acaba la cosecha hasta que se acababa trapicheando con yerba para comprar aceite o intentar llenar una nevera siempre vacía. Orwell no tenía derecho a ayuda social no había trabajado lo suficiente ó le faltaba documentación que no tenía para presentar y malvivía a veces solo de la droga entre carencias y rentando habitaciones a viejos solitarios . Solo tenía esto, la vieja casa de su madre, una casa medio abandonada, embargada por el banco y el proceso judicial de reparto de la herencia de la que a él solo le tocaba una tercera parte. A veces al hablar de política o justicia te dabas cuenta que él como muchos otros no solo no contaban para el sistema sino que además habían sido excluidos tantas veces que solo sentía odio. Un votante más de izquierdas que había visto como la vida le había pasado por encima y como el mundo le había ido arrinconando poco a poco entre la pobreza, la falta de oportunidades y el alcoholismo, razón por la que había dejado su último trabajo. Ya a punto de cumplir 60 años, ni siquiera podía ya trabajar sin arriesgar la poca salud que le quedaba y solo esperaba llegar a cobrar la pensión mínima de jubilación al llegar a los 66 sino se moría antes. Todavía le llegaban ofertas de trabajo del paro que mandaba a la papelera en un viaje a ninguna parte que no acabaría hasta que un día se muriera . Orwell era un viejo lector que había leído lo suficiente para saber qué ya había pasado lo mejor de su vida y raramente, era consciente entre borracheras y latas de cerveza vacías de la fugacidad de la existencia y qué sino era ahora , ya no era nunca. Así había visto morir a sus viejos amigos o se habían alejado ya para siempre. A veces hablaba con pena y nostalgia de sus antiguos amigos, de gente que había conocido, de gente que ya no está como Paquito, un antiguo amigo que murió de cáncer unos años atrás y le había dejado en herencia la antigua minicadena que tenía siempre encendida en la cocina. Sin embargo pocas veces le veías quejarse por su suerte, ya fuera mala o fuera solo un desdichado.



- Te las sabes todas. - Exclamo Alejandro.


- Son canciones de antes de que tú nacieras. - Dijo Orwell distraído – La colección de discos son de aquella época. - Volvió a contestar.


- Te los quiero comprar, pero no tengo dinero para todos. - Contesto Alejandro mientras bebía cerveza en la cocina de la casa abandonada de Orwell.


- Tienes discos de Santana, Led Zepellin, Rolling stone, jimmy hendrix, credence clearwater revival, Lou reed, Bob marley y muchos más. - Volvió a decir Alejandro.


- Llevate los que te gusten. Mi padre los traía de la CBS en plaza de España, dónde trabajaba en el almacén ,muchos son suyos, otros son los que me traía a mi. Son originales de aquella época.. - Dijo Orwell. - Este disco de Neil young y los Crazy horses ¿Hace cuanto tiempo que no lo escuchas…?.


- Ni siquiera lo recuerdo . - Dijo Orwell. - Tal vez 30 años. - Llevate el disco y sube el volumen cuando cuando lo escuches para acordarte de mi


– Exclamó mientras daba el último trago a la lata de cerveza vacía .


Aquellos discos de los 70`s olvidados en una habitación llena de trastos en una casa cuyo futuro solo era el derribo, era la prueba de los años más locos de mi amigo Orwell. Ya no le quedaba juventud y permanecía somnoliento entre cerveza barata y recuerdos del pasado. De repente empezó a entonar una canción repetidamente.



- Tu no sabes lo que era. - Volvió a decir Orwell.


- ¿El qué….? . - Pregunté.


- La sintonía de aquel programa que escuchaba mi madre. - Dijo Orwell.


- ¿Cuál…?. - Pregunté.


- El consultorio de Elena Francis. - Contesto Orwell.


- No lo recuerdo, pero me suena.


- Mi madre lo escuchaba todas las tardes, lo recuerdo bien. - Volvió a decir Orwell.


- El consultorio de Elena Francis fue un programa de radio franquista hecho para mujeres con los valores y el espíritu de la dictadura. - Dijo Orwell.


- Que pena. - Dije yo.


- ¿El qué…?. - Preguntó Orwell.


- Haber vivido creyendo mentiras.



Los años 80`s fue un tiempo de cambio para un país que despertaba a la libertad y la apertura al exterior, después de la dictadura. Un mundo lleno de contradicciones a la vez que desde fuera llegaban discos de música con canciones que hablaban de libertad. Aquellas contradicciones hacían gracia a Alejandro un joven escritor en el paro que acababa de cumplir 42 años y que por no tener dónde ir, ni dónde venir había acabado en la cocina de Orwell bebiendo cerveza barata hasta la madrugada. Como cualquier adicto , Alejandro era politoxicomano y pronto se convirtió en el mejor cliente de Orwell. Alejandro era joven todavía o al menos estaba en la edad dónde suceden las grandes cosas o sino como en la vida de Orwell ya no suceden nunca.Todavia tenía esperanza en el mundo creía con ingenuidad, a pesar de que ni siquiera buscaba trabajo y se limitaba a vivir de una ayuda social entre recuerdos de la infancia y la nostalgia por la juventud perdida, Alejandro intentaba sobrevivir a un futuro aciago entre el paso demoledor del tiempo y la soledad a la que parecía estar condenado. No había nada que hiciera más daño a Alejandro que la soledad y aunque todavía era joven no había encontrado el amor. Alejandro escuchaba con curiosidad las historias y aventuras de Orwell y Messie antoine y soñaba con escapar de aquél lugar, de poder conseguir un piso aunque fuera de protección oficial o marcharse a otra provincia a otro lugar más barato dónde vivir. Sin embargo siempre en el traslado estaba atrapado en aquél barrio rico viviendo todavía en casa de su madre como muchos de su generación, perdiendo el tiempo , como siempre había hecho y arrastrando una enfermedad mental qué a veces le hacía distorsionar los sentimientos o sentir de una forma excepcional. Sin embargo era raro que alguien se acercarse a Orwell, salvo él , otro excluido incluso que Orwell cogiera cariño a Alejandro en largas tardes perdidas entre latas vacías de cerveza y porros de hachís. Así había crecido entre el desengaño de los años perdidos ya sea por buenas o malas razones. Orwell y su cocina , se habían convertido en el único lugar dónde podía evadirse de las miserias de la vida. Entre todos, sumaban lo suficiente, para malgastar las tardes de Verano bebiendo cerveza barata y escuchando música en la radio sintonizada siempre en radio 3. A veces se enteraban del cambio de hora, solo por el cambio de programa en reuniones que se alargaban hasta la madrugada un día si y otro también, allí nadie tenía nunca nada que hacer, esperando un golpe de suerte, o un giro inesperado que nunca sucedía. Ni Orwell , ni Messie Antoine esperaban ya nada de la vida , solo Alejandro siempre soñando y por ser el más joven , tenía alguna esperanza en el futuro, a pesar de que sabía que el futuro solo es la promesa con la que el mundo nos miente. La plantación de marihuana se había convertido en la esperanza de todos, no solo de Orwell. Si Orwell pasaba el Invierno gracias a la marihuana también era cierto que los demás fumaban yerba barata, sin salir de la cocina de Orwell . Apenas llegaban a veinte plantas de las mejores semillas, cuidadas por él, Orwell que había trabajado de jardinero en su juventud y tenía alrededor de las plantas de marihuana un pequeño bosque de bonsais en el fondo vacío de la piscina de la casa abandonada.



Todas las mañanas Orwell regaba con un cazo hondo las plantas de marihuana mientras el perro Van daba vueltas ladrando y girando alrededor de la piscina en mitad del jardín. El perro Van era un Kangal Turco, un perro gigante que pesaba 67 kilos y su mordedura era temida por todos. En el jardín entre las adelfas , el viejo pozo, los rosales y la higuera, el perro se tumbaba contemplando la plantación de maría. Si alguien entrase allí a robar la plantación sería devorado por el perro que durante todo el día y la noche permanecía vigilando y ladrando al cielo. Entre el bosque de bonsais y la plantación de yerba se descolgaban los mirlos cuando llegaban para hacer los nidos dónde poner sus huevos entre manadas de gorriones y petirojos en Primavera. A veces nos quedábamos callados contemplando el jardín y el paisaje; los árboles , agitadas sus ramas por el viento, el monje secuestrado por los estudiantes vascos bendiciendo a sus pies las plantas de marihuana y a su lado el bosque de bonsais.



- ¿Qué hace el perro?. - Preguntó Alejandro.


- Nada. - Contesto Orwell.


- ¿Por que gira y ladra alrededor de la piscina?. - Volvió a preguntar Alejandro.


- Esta vigilando. - Volvió a contestar Orwell.


- Habría que ser gilipollas para intentar robar en esta casa – Exclamo Antonio.


- El perro se los comería – Exclamo Alejandro riendo.


- Es un perro especial, una sola mordedura y podría arrancarte el brazo.


- Yo me llevo bien con él. - Contesto Messie Antoine.


- Si pero intenta no pisar al perro sin querer porque te podría morder. - Exclamo Orwell.



El perro Van paseaba no solo por el jardín, sino por toda la casa, así que el suelo siempre estaba sucio de arena y barro y pelos del perro, sobretodo los días que llovía y pasaba el barro del jardín. Allí sentados en los taburetes de la cocina pasaban la tarde escuchando la radio y bebiendo cerveza. La misma cerveza barata del supermercado. Después de probar muchas marcas de cerveza barata habían encontrado la mejor en el supermercado más cercano, barata y que no daba dolor de cabeza si un día bebían mucha, que era la mayoría de los días. La rutina era fumar porros y escuchar música, un día si otro también en pequeñas reuniones que no se sabe cuando empezaban ni cuando terminaban.



- ¿ A ti te hace caso el perro?. – Preguntó Orwell.


- Ni idea. – Contesto Alejandro.


- ¿Y a ti ? ¿Messien antoine?. – Pregunto al aire Orwell.


- A mi tampoco. – Contesto Messie antoine.


- A quien hace caso el perro – Pregunto irónicamente Orwell.







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