Allí , en esa zona oscura entre la fama y la miseria, habitaba aquel pintor al que todos llamaban “Pincél” entre el ostracismo y la precariedad. Algunas botellas vacías, un disco de jazz a media voz, girando y dan vueltas, una televisión apagada, y un portatil encendido. Había comenzado el toque de queda, la pandemia no remitia entre discursos políticos vacíos y la crisis económica y aquella habitación en la penumbra era un reflejo de la depauperada situación de la realidad, como si aquella habitación fueran – todas – las habitaciones del mundo. Él permanecía en la cama, acostado sobre si mismo y la almohada mientras el relój en una esquina, marcaba los segundos con una exactitud sin sentido. Solo pensaba, si aquella ir y venir de recuerdos y sentimientos, se podía llamar – pensar – o tal vez solo eran ensoñaciones de otro tiempo y de otros lugares, que ahora al cerrar los ojos, podía volver a pasear por ellos como dentro de un sueño. Escucho sus patitas por el tejado, y al rato el gato saltó sobre la habitación desde la ventana. El gato comenzó a pasear sin destino entre las botellas vacías, las hojas de poemas rotas, y los cuadros y discos tirados por el suelo. Al final se sentó sobre dos libros enciclopédicos de arte y comenzó a hablar.
- Cada vez estas peor... - Dijo el gato. - Ya lo sé, déjame en paz – Exclamo pincel dándose la vuelta sobre si mismo en la cama. - Ella se fué. - Dijo el gato. - Ella nunca estuvo aquí. - Dijo pincel. - Ella lloro…. - Exclamo el gato mientras se hacía un ovillo.
Entoncés – él – cerro los ojos que mantenía entreaviertos, y recordo otra época, otro lugar, y su voz llamándole – Al - . Fué asi como se incorporó de la cama, cogió una botella de vino y la descorcho, a la vez que decía - No se aque vienes aquí - .
- Ya lo sabés, al final siempre me das unas galletitas. - Dijo el gato. - Ni siquiera eres mi gato, sino el gato de mis vecinos, y además, te tengo que dar de comer. - Exclamo - Pincel - mientras bostezaba.
En aquella habitación no había nada en pie, tal vez solo algunas columnas de libros apiladas, todo lo demás: la ropa, las botellas vacías de alcohol, los apuntes, y algunas hojas con dibujos rodaban por el suelo mientras el disco giraba y daba vueltas.
- Sabés, las mujeres siempre lloran y luego se van. - Dijo Pincel. - Ella lloro de verdad. - Contesto el gato. - Yo también lloré, pero lloré hace 15 años. - Contesto Píncel. - 15 años es mucho tiempo – dijo Gato. - No, mucho tiempo es para siempre. - Balbuceo Pincel.
Sabes Gato, en la vida de los hombres hay cosas que suceden para siempre, y para siempre es mucho tiempo, tanto tiempo – exclamo – Pincél mientras tiraba un hoja en blanco. Al final estamos todos solos, ella se habrá tirado a los brazos de otro, y luego de otro, y yo ya solo soy un recuerdo entre muchos, aunque lloraba de verdad – eso lo sé – lloraba como llore yo hace 15 años, se exqactamente se que siente. Es como si te robasen de gole todo, de un golpe seco, duro, fuerte, y solo sientes su ausencia, yo también lloré aquel día de verdad.
- A mi me da pena. - Dijo gato. - ¿Por que lo dices?. - Pregunto Píncel. - Hubierais sido felices. - Exclamo gato. - No lo sé. - Contesto Píncel. Hay más mujeres – dijo Pinchel al aire - . El mundo es así , hay que dejar ir…. Nadie pertenece a nadie, ni hay ningún destino, ni siquiera pensó en los niños. - Dijo Pincel. - ¿Que niños?. - Pregunto Gato levantando la cabeza. - Los cachorros que quería tener cone ella. - Exclamo Píncel. - Nunca se lo dijiste. - Dijo Gato. - Ella ni siquiera volvió a hablar conmigo despúes de 15 años sin vernos. - Dijo Pincel – Ni siquiera me dió esa oportunidad - Volvió a decir Pincel. - Pera ella lloro tanto…. - Dijo Gato. - ¿Por que lo sabés….?. - Pregunto Pincel. - Porque la vi….. - Dijo Gato. - Lloraba de verdad, y casi no podía respirar. Tal vez ella había soñado darte hijos… - Volvió a decir Gato. - Los hijos no solucionan – ningún – problema. - Contesto Pincel. - Ya pero… - Intento decir gato. - Dejalo – gato – ya no podemos volver. - Dijo Píncel.
Ella – tendrá – otro novio, y tendrán hijos, conocerá la felicidad. - Dijo Píncel - . Al final da igual, todas las mujeres quieren tener hijos, su sueño es tenerlos, no así con quién los tenga. Yo sin embargo prefiero – ya – no tener hijos, me siento mayor, viejo y cansado – dijo Pincél - . Y me da igual cualquier cosa. - Termino por decir Píncel. Nunca me dió la oportundidad de decírselo. - ¿El que Píncel….?. - Ya lo sabes. - Dijo Píncel. ¿ A qué vienes gato…?. A recoradrme cosas que nunca volverán a pasar. - Preguntó Píncel.
- No, solo vengo por mis galletitas. - Contesto gato. - ¿Entonces porque me la recuerdas…?. - Preguntó Píncel. - Porque me caía bién. - Dijo Gato.
Sabes, Gato, una vez estuve a punto de matar por ella, fue la primera vez que se fue, se fue haciendo daño, y yo estaba justo detrás de él, con un martillo para darle en la nuca, creéme que le hubiera matado.
- ¿Por que no lo hiciste…?. - Preguntó gato. - En el último momento , me di la vuelta, cuando senti algo que no me gusto. Aquél acto me hubiera convertido en un asesino. - Explico Pincél. Luego tuve que soportar muchas cosas, pero yo creo que más que no llegar a matar, salve una vida. - Dijo Pincél. - ¿Por que dices eso?. - Pregunto Gato. - Porque él debería haber muerto aquél día, porque yo había ido alli a matarle. - Contesto Píncel. - ¿Y que significa…?. - Pregunto – otra vez – gato. - Aquél día, salve una vida, la suya, y también salve mi alma. - Contesto Pincél. - Ellos no lo saben, tampoco él, ni ella, ni siqueira lo sospechan. Por eso me dio igual, que se fuera. - Expico Píncel. - Por eso lloraba. - Dijo Gato. - No, no podemos volver. - Volvio a decir Píncel. Alejandro Rojo y Cisneros, el gato de Píncel.
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