miércoles, 18 de mayo de 2022





El mundo es así - arborescente - en generaciones. También existe el amor, en un mundo tétrico e hiperviolento, con una halo surrealista, quizás misterio. Decía Carl jung que el yo solo es un punto perdido en el alma. Lacán definió el yo como un punto vacío que se crea y se destruye constantemnte; la pulsion de la vida y la latencia de la muerte en ese ser - ahí de Heidegger como derrumbado en el, quiźas si despertaran en nosotros un símbolo, ellos, los interminablemente muertos, mira, señalarían quizás los amentos de los avellanos vacíos, colgantes, o pensarían en la lluvia, que cae sobre el suelo oscuro en primavera escribió Rilke. Siempre fué así, el paisaje como esencia - arborescente - de generación en generación. Decía un filosofo norteamericano, que vivir significaba trascender entre las gran corriente de las generaciones. Ser - ahí aquel daisen de Heidegger o existencia, que algo es ... y por tanto existe, rilke apuntaría como algo dichoso que cae. Tal vez Cioran podria decirnos que es eso que cae. Quien supiera qué es el tiempo, podría saber qué es el mundo decía Borges. También existe el amor, y gimen los personajes en la comedias de Shakespeare. Las hadas de la Diosa Titania tienen nombres como Telaraña o mostaza. Algo que cae y está constatemente cayendo, así hasta la muerte. El mundo cae de generación en generación. Tal vez por eso La Montaña mágica de Thommas mann tiene números y pasadizos, señalando tal vez ese halo mágico. Nade lo dice pero todo el mundo lo sabe.









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