jueves, 31 de octubre de 2024






Cuando la vida es tan dura que solo queda agarrarnos a la - fantasia - . De esto se trató siempre, siempre fué así. Ahora mi proyecto de novela, comienza a tomar otras tornas, el perro Van siempre persiguiendo a su archi enemigo - el gato negro - porque siempre habrá un gato negro - en potencia - en aquél jardín del bién y del mal que el tiempo y el mundo han creado una distopia literaria, dónde los ratones y el gato negro por las noches usurpan el lugar de los humanos y bailan por el jardín y la cocina mientras el perro Van ronca como aquellas series de dibujos animados que veíamos en aquellos años 80`s de nuestra infancia. Tal vez en un capítulo narre la vida de Van morrison, como el indio en la novela Alguien voló sobre el nido del cuco . Que es el autor mismo puesto de LSD. Alguién tendrá que quedar para contarlo todo, y pienso en mi novela - 1989 - Si, por mucho que duela el único país que merece la pena, es la imaginación.




3. El jardín del Bien y del Mal.



Aquél paisaje parecía un escenario sino era el escenario de Orwell que a veces en sus diatribas solo hacía falta subirse en una silla para gritar a los demás sus verdades o cómo si Alejandro no tuviera el poder de marcharse. Entonces todo quedaba en tranquilidad después de la última fiesta. Orwell se iba a la cama borracho o no y el perro Van le seguía hasta el fondo del pasillo que daba a la habitación o sí Messie Antoine se encerraba en pequeña Venezuela a escuchar música o ver la televisión. Entonces por fin, el jardín quedaba en silencio sin los ladridos de Van, la luz de la cocina se apagaba y solo se quedaba puesta la radio con el volumen bajito. Así los pequeños ratones, gatos y pequeñas alimañas comenzaban a corretear por aquel jardín del bien y del mal a punto del derribo. Al fondo la estatua del monje secuestrada con la camiseta raída de aquél disco del grupo de rock llamado Siniestro total y a sus pies la piscina vacía llena de marihuana entre la maleza de un jardín descuidado dónde las lagartijas saltaban al final del Verano. Se quedaba todo tan tranquilo que hasta el gato negro que por el día no asomaba los hocicos por el kangal turco, por la noche se deslizaba por el muro que lindaba con la otra finca abandonada y se metía poco a poco en la boca del lobo mientras el perro Van dormía y descansaba. Al día siguiente al despertar Orwell le dejaría salir y olería la presencia de su archi enemigo el gato negro, pequeños ratones y las alimañas de una finca abandonada y descuidada dónde el gato negro y los pequeños ratones campaban a sus anchas las noches tranquilas y parecía bailar al son de la música de la mini cadena siempre encendida. Ni el perro Van se imanaba la de animalillos que correteaban por su jardín nunca se sabe sí del bien o si del mal y entre un pequeño bosque de bonsais con pinos, ciruelos, granados y olmos, un viejo pozo cubierto de maleza tanto que los mirlos anidaban allí cuando llegaba la primavera como si fuera el jardín de las delicias de alguien que murió y poco a poco fue quedándose abandonado y comido por la maleza sino es el mundo un gran cementerio aquél jardín a veces parecía entre la tranquilidad un lugar dónde acaba el bien y empezaba el mal o al revés. Un lugar con encanto cuando caía la fina lluvia de la Primavera o se deslizaba el Otoño entre días de lluvia. Sin embargo el perro Van lo sabía, olía sus huellas y sus pisadas al día siguiente cuando salía a pasear y pasaba todo el día sentado a la puerta de la cocina vigilando su jardín. Sino eran los ratones los que bailaban por la noche en la cocina con las ventanas abiertas de par en par incluso en pleno invierno eran las hormigas en Verano que recorrían los cajones de la cocina. Aquél paisaje no solo llamaba la atención de Alejandro sino de cualquiera que pasará por allí por esto Orwell apenas dejaba a nadie entrar.



- ¿Dónde pone – taberna - ?. - Preguntó Orwell.


- SI. - Dijo Alejandro. - déjame a deber dos euros en cerveza. - Volvió a decir.


- ¿ Cómo qué cerveza….?. Fortuna 40, no es una cantina. - Grito Orwell.


- Bah. - Suspiró Alejandro.


- Alejandro está castigado sin cerveza. - Grito Orwell.


- Es que Alejandro no sirve ni para traer cerveza. - Contesto Ventura.


- Ya lo sé, solo sirvo para fumarme vuestra yerba. - Grito Alejandro.


- Y… - Dijo Ventura.


- Beberte nuestra cerveza – Termino por decir Orwell.


- Castigado. - Volvió a decir Ventura.



Entonces Alejandro – indignado – comenzó a rebuscar entre sus bolsillos mientras el viejo cascarrabias – Orwell – decía busca, busca…. Al final en la cartera tenía doblado un billete de 5 . ¿No os dais cuenta – Dijo Alejandro mientras cogía una cerveza fría de la nevera. - Hay que tener siempre esperanza y fe. - , - A ver dame 2 euros de yerba, dos de tabaco y dos latas de cerveza son mías. -. Continúo Alejandro deslizándose por la puerta hacia el jardín mientras los demás estaban sentados en los taburetes. Así pasó un rato hasta que llegó Messie Antoine de comer con una botella de ron. Enseguida se organizaron: tú limpia los vasos de ayer y yo voy por coca-cola y hielos a la gasolinera.



- Yo me ocupo de sacar yerba. - Contesto Orwell.


- Venga – va va va – “alegría”. - Grito Messie Antoine con la botella de ron en la mano.


Así comenzaban las fiestas pero no se sabe cuando terminaban. Supongo que cuando Alejandro tiraba de la anilla de rescate y utilizaba su poder para marcharse a casa ó cuando Orwell acababa borracho y diciendo tonterías. Tal un poco se acababan cuando Messie Antoine siempre quejándose de sus dolores de espalda se retiraba a su habitación – pequeña Venezuela - . Ventura durante mucho tiempo sobrevivió por estar allí aprovechándose de la buena fe de los otros, que como Alejandro o Orwell les daba igual o preparando la cena a cambio de poder comer y beber cómo los demás.



- Eso prepara la cena. - Grito Orwell a Ventura.


- No me grites. - Grito Ventura.


- ¿Dónde pone O.N.G?. Fortuna 40 no es cáritas, para pobre ya estoy yo . - Aseveró Orwell.


- Vale , vale.



Al rato y alrededor de cuatro taburetes, y una mini cadena con la radio encendida emitiendo la radio pública, la cadena radio 3 se organizaban interesantes y largas conversaciones sobre lo divino y sobre lo humano. Desde las aventuras de Messie Antoine pilotando aviones en su juventud a los días en Almería como cocinero de Ventura mientras la música sonaba y todos bailaban con las copas en la mano. Unos de pie, otros sentados, cambiando de posición mientras se alargaban las conversaciones y terminaba pinchando Messie Antoine con el altavoz bluetooth poniendo canciones tristes y antiguas de B.B King, de Jhonny guitar watson o de Johnny Cash.










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