domingo, 9 de marzo de 2025




1989




1.





Al contemplar desde arriba podía imaginar larga hilera de viejos Olmos hasta la caída final y la vías del tren que cortan el paisaje que sigue descendiendo salpicado de casas y tejados rojos entre tilos, sauces y chopos blancos al lado de la avenida que cruza las vías. En las antigüas vías del tren hubo suicidios de algún estudiante y mendigos en una larga curva que proviene de la estación del Norte y Principe Pío, incluso pusieron vallas para evitar peligros y hace dos años pasado un chaval se ahorco en las vallas de seguridad. A veces llueve sin sentido. Nosotros en noches perdidas en el tiempo íbamos a mirar la Luna majestuosa que resplandecía las noches de Verano sobre la ciudad de Madrid allí a las vías del tren, desde dónde se contemplaba la ciudad a lo lejos : el pirulí , la torre Picasso, las torres Kío desde una ventana a la ciudad que miraba hacia Aravaca, la avenida de la galaxia y su arboleda verde en noche intermitentes que con un soplido del mundo desaparecieron para siempre. No sé si estábamos dormidos o solo éramos adolescentes o todo fué sueño. Al entrar en la casa de Orwell el olor de la vieja vivienda medio abandonada me recordó a otra época dónde nosotros solo éramos niños y aquél barrio , aquella barriada solo eran cuatro casas y alguna urbanización rodeado de campo y todo lo demás no existía. Al cruzar el umbral de aquella casa abandonada fue como volver a los años 80`s ; las viejas casas de este barrio estaban alquiladas a estudiantes de la universidad y había fiestas en las casas los fines de semana y se escuchaban discos de vinilo de grupos de rock como The Doors, Gratefull dead, Led Zepellin, los coches eran viejas furgonetas siata, cuatro latas, citroen, renault 5, los años 80`s se acababan en un lugar apartado y abandonado que no importaba a nadie a la afueras de una ciudad de Madrid. Un recuerdo pasajero volvió cuando al entrar en aquella casa volvieron a mi memoria nuestros viejos juegos de niños en la mina abandonada.



• ¡ Le he dado !.- Gritaba Jaime.


• Yo creo que no. - Conteste.


• Yo creo que si. - Gritaba Jaime mientras volvía a lanzar una piedra que caía contra el capo de coche.


• ¡ Ahora si !- - Grito.




Al chocar la primera piedra contra el capó del coche dónde una pareja hacían el amor en un lugar apartado, a lo lejos las luces se encendieron y se escuchó al alguien gritar: ¡ Cabrones ! mientras nosotros corríamos desde la vieja mina abandonada hacia nuestras casas en nuestra precipitada huida mientras reíamos a gritos, era el principio de Verano de 1989 y ahora al mirar los ojos viejos y cansados de Orwell caminando solo por la casa abandonada de sus padres, todo lleno de cosas tiradas por el suelo, papeles, viejos periódicos de otra época, revistas, ropa, discos de vinilo, recordé la primera vez que le vi, allí en el mismo lugar treinta y cinco años antes: los años 80`s se habían acabado hacía mucho tiempo y nosotros ya éramos mayores pero en casa de Orwell todo recordaba a otra época porque aquél lugar había sobrevivido abandonado al paso del tiempo y de las décadas.




- Yo hablaba con tu padre. - Dijo el viejo Orwell.


- Si . - Conteste.


- Sigueme . - Dijo caminando por el pasillo hacia otra habitación.



Le seguí por el pasillo de la vieja casa llena de cosas por el suelo y con el perro gigante detrás de él hasta otra habitación. Al abrir la puerta un montón de cosas se cayeron de golpe hasta que esforzadamente Orwell consiguió abrir de par en par la puerta de la habitación. Allí tirado entre cajas tenía un viejo tocadiscos de alta fidelidad lleno de polvo.



- Te lo regalo. - Dijo Orwell.


- Ni siquiera funciona. - Conteste yo.


- Hay que arreglarlo, lo iba a tirar, si lo quieres te lo quedas.


- ¿Que le pasa?. - Grite yo desde la habitación.


- Se para a la segunda canción.



Entre todas las cajas adiviné un montón de discos de vinilo. Empecé a enumerar algunos: el primer disco de bob dylan, los grandes éxitos de la Credence clearwater revival, discos del grupo de rock The doors , Van Morrisón, Lour Reed , Rolling Stone etc . Elegí el primer disco de Bob Dylan y coloque la aguja en la canción Song to woody y durante un instante volví a estar en los años 80`s hasta que el tocadiscos dejo de funcionar al acabar la canción y todo volvió a quedarse completamente en silencio mientras el perro gigante me miraba y yo sentía que había rozado por un instante el reino de mi infancia para comprendr que no se puede volver; nadie puede parar el tiempo. Allí sentado en la cocina de Orwell bebiendo cerveza empecé a recordar nombres de gente que hacía mucho tiempo que había olvidado sino pertenecía ya todo a un sueño que no se sabía si había sucedido en realidad.



- Han pasado treinta y cinco años. - Dije yo.


- Treinta años de todo. - Dijo Orwel. - A finales de los 80´s yo tenía casi treinta y tú solo eras un niño; te recuerdo bien, tú padre quería que estudiases.


- No lo hice- Conteste yo.


- Ya. - Dijo Orwell mientras daba un sorbo a la lata de cerveza.




No sé que significa mirar la infancia cuando te haces mayor, tal vez no signifique nada o solo es un sentimiento de nostalgia. Sentados en la cocina veíamos como fuera seguía lloviendo con la puerta abierta de tal forma que el agua salpicaba dentro de la cocina y llovía como si nunca fuera de dejar de llover cuando los días de lluvia se amontonan y se anegan las alcantarillas y todo se llena de charcos que arrastran las hojas secas del Otoño. Tampoco se que significa la nostalgia cuando el mundo nos deja solos o abandonados en una cocina hablando sobre cosas que sucedieron hace treinta y cinco años.



- ¿Como fue….?. - Pregunté.


- ¿El qué….?. - Pregunto Orwell.


- Ser joven en aquella época.


- Todo estaba cambiando, incluso las drogas. Recuerdo que fui el primero en traer – tripis - de la ciudad. Los llamábamos “Supermanes”.


- ¿Los tripis?.


- Si , los tripis se llamaban Superman: Ajo, sello, micro-punto, soles, o supermanes. - Eran viajes de ácido. - Volvió a decir Orwell.


- LSD. - Conteste yo.


- Si.


- Si te coge la risa, no paras. - Volvió a decir el Orwell.


- Los micro-puntos eran de colores. - Termino de decir y al final se calló



Fué la necesidad de mi pequeña familia la que un día me trajo hasta este barrio en el año 1986. Antes vivía en la gran ciudad en el barrio de Hortaleza. Un día de golpe me sacaron de allí y fuimos a vivir a a la vieja casa de mi abuela a un lugar apartado en las afueras de la ciudad, a esta barriada. Orwell nació en París pero nada más nacer vino a vivir a este barrio en el año 1967. Esta barrida o las pocas casas que había levantadas en este lugar durante la posguerra habían conformado el barrio del carburo que era el gas que utilizaban en las casas apenas sin acometidas de agua, más que los pozos que abundan en cada finca o tierra sin embargo cuando yo viné aquí a vivir sólo era un lugar perdido más. No todo era feliz en 1989, mi familia no llegaba apenas a final mes, las necesidades se convertían en carencias a la misma velocidad con la que la ciudad cambiaba en un lugar tan tranquilo dónde apenas nunca pasaba nada. A veces llegaban noticias de algún suicidio que convertía en perturbador el silencio, la noche , la propia vida. Un homosexual que alicataba suelos en el barrio se había suicidado harto del mundo. Un año más tarde se ahorca en su local de materiales del pueblo un hombre con un brazo deformado por la polio. A finales de 1989 un chico acelera el coche y se estampa contra una esquina cómo el cantante de Parálisis permanente Eduardo Benavente que había muerto años antes en un accidente de tráfico. A veces llueve, eso es todo. La imagen de un hombre deteniendo los tanques en la plaza de Tiananmen recorre el mundo, la gente subida al muro de Berlín cambia el universo. 1989 pasará a la historia como el año cambió todo para siempre. Cuando llegué a este barrio solo era un paisaje fugaz con la ciudad al fondo dónde todo se habia quedado parado para siempre y finalmente habia sido abandonado mucho tiempo antes; había aldeas abandonadas , hornos de cerámica abandonados, almacenes abandonados, una antigua granja abandonada, una mina a cielo abierto abandonada, un estación de tren abandonada, un campo de tiro al plato abandonado, unos bunkers de la Guerra Civil , campos de fútbol abandonados y solo campo lleno de senderos y caminos que llevaban de un lugar a otro por donde ya solo los niños pisaban las tardes de verano cuando volvíamos de recoger renacuajos en el fondo de la mina abandonada y sus hondas charcas verdes que reflejaban el cielo. Solo el bosque era en si un reino majestuoso y oscuro dónde de pequeño iba a coger piñas en el campo para prender la estufa de mi casa. La primavera un día de Mayo de 1989 , bajo la lluvia, unas katiuskas rojas , el prado iluminado recién florido entre oscuras zarzas y cañas tiernas. La caja de los gusanos de seda que un día serán mariposas, las hojas de morera, los viejos trenes pendulares cruzando el paisaje que salían de la estación del Norte y Principe Pío, el cielo borrascoso empujado por el viento justo antes de que nada pasara en un lugar perdido que a nadie le importaba. Tal vez las raíces de los árboles hundidas en la tierra entre los charcos una mañana de Domingo azul y clara y no poder regresar nunca a aquél reino de la polilla, la hormiga , la tela de araña . Por esto siempre supimos las cosas que pasan después cuando el mundo cambia y los viejos aparejos de la mina a cielo abierto se oxidan por el olvido, el gato negro que cruza la estación abandonada de tren de un anden que ya nadie coge, el eco en las paredes de los hornos de cerámica, la soledad de las yerbas y algunas flores en la esquina del corner de campos de fútbol olvidados que solo los niños pisan, las casas derruidas cuando han caído en el abandono y el peso de las décadas ha hundido todo en el olvido como un mundo que dejo de existir y fue abandonado hasta que nosotros lo heredamos. También hubo un después para nosotros y ahora al mirar a la infancia desde el futuro nos sorprendemos al habitar el mismo paisaje cambiado por el paso del tiempo una mañana gris de invierno con solitarios petirrojos y un puñado de gorriones que vuelan al escuchar mis húmedos pasos bajo una lluvia pesada y turbia de Enero que empuja el polvo de las estaciones y anega las alcantarillas llenas de hojas secas quebradas y desehechas.




2



Alberto subió primero las escaleras que daban acceso a la segunda planta de la fábrica abandonada y a cada peldaño la escalera parecía que cedía. - Mirad he subido , no pasa nada – grito Alberto desde la planta de arriba. Luego subí yo y el leve peso de un niño apenas hizo moverse aquellas viejas escaleras. Luego subió Javier y al pisar el último peldaño cayó un poco de cal de la pared como si algo se hubiera movido.



- ¿Habéis visto como mola?. - Expeto Alberto.


- No hay nada. - Dije yo.


- ¿Y que esperabas encontrar?. - Dijo Javier.


- ¡Eh mirad !. - Grito Alberto desde una esquina de la diáfana planta superior.


- ¿Qué es…?. - Pregunté.


- Alguien se ha dejado aquí un radio casette. .- Dijo Javier.


- Si y hay botellas vacías y latas. - Contesto alberto.


Justo en ese momento la escalera cedió y cayó de un golpe retumbando con estrépito todas las paredes de la fábrica abandonada hasta luego quedarse otra vez todo en silencio. Alberto fue corriendo solo parar mirar las escaleras derrumbadas y javier dijo – Nos hemos quedado atrapados - . Al mirar por las ventanas veíamos los árboles, pero no había ninguno lo suficiente cerca para agarrarse o descender por una rama. Tampoco había ya escaleras y la altura desde la segunda planta era considerable. No podíamos bajar.






- Que no cunda el pánico. - Dijo Alberto.


- ¿Que pánico…?. - Pregunto su primo Javier.


- Yo estoy tranquilo. - Dije yo.


- Aquí parece que vive alguien. - Dijo Alberto.


- Si mirar ahí hay cosas. . - Dijo Javier.


- ¿Que hay? - Pregunte yo.


- Parece ropa y mira un espejo. - Dijo alberto.


- Eh mira esto son cintas de música. - Dije yo.


- Ponla. - Dijo Javier.


- Aquí pone The doors. - Dije yo a la vez que daba al play.




Entonces empezó la música en la fábrica abandonada y subí el volumen mientras pegábamos bailábamos y reíamos. Alberto encontró unas gafas de sol y yo una gorra nike pero de repente javier dijo. - Pueden volver - y entonces nos quedamos mirando mientras la música sonaba y alberto apago el casette. - Tenemos que irnos de aquí – Dijo en alto y empezamos a buscar alguna forma de bajar de la planta superior.



- Saltar es imposible. - Dije yo.


- ¿No veis una cuerda o un hierro largo para poder colgarnos y descender?. - Pregunté.


- Mirad. - Dijo Javier a la vez que nos acercábamos a una ventana.


- Parece un desagüe del tejado. - Dijo alberto.


- La tubería parece que está bién. - Dije yo.


- ¿Tú creés que aguantará…?. - Pregunto Javier.


- ¿Quién primero….?. - Pregunté yo.


- A la de una a la de dos a la de tres !.


- Te toca alejandro. - Grito alberto además eres el más pequeño.


- Si, tenemos que ver si aguanta. - Contesto javier.




Me descolgué de la ventana y puse el pie sobre un anclaje de la tubería, y parecía que resistía todo mi peso así que solté la primera mano y agarré con fuerza la tubería. Apenas se movía y tampoco eran tantos metros de caída. Una vez agarrada con la mano la tubería y con el pie apoyado más abajo en el anclaje a la pared conseguí arrastrar la segunda mano por el borde de la ventana lo suficiente para terminar de descolgarme y empezar a deslizarme hacia abajo por la tubería. Al final volví a pisar la yerba y dije – Buff me he salvado - . Después se deslizo Javier y después Alberto. Nos quedamos detrás de un árbol muy grande y frondoso contemplando la entrada de la fábrica.



- ¿Quién creés que vivira allí?. - Pregunté.


- Algún vagabundo. - Contesto javier.


- Si claro, con un radio casette. - Dijo Alberto.


- Joder, se nos ha olvidado arriba, mierda – grite yo.


- Es verdad . - Dijo Javier.



Entonces escuchamos el sonido del motor de una moto a lo lejos y nosotros automáticamente nos escondimos entre los matorrales y los árboles cerca de la entrada a la fábrica abandonada. Al rato una moto de campo con una chico y una chica se detuvo en la puerta. El la beso al bajarse y ella le abrazó un rato mientras él le acariciaba el pelo. - Se la va a follar – susurro alberto y entonces todos empezamos a reír hasta que el chico escucho algo y miró hacia dónde estábamos justo en el momento en que yo salía corriendo y gritaba - marica el último - .



A veces desde el futuro a veces llegaban recuerdos e imágenes del pasado: Alberto , Javier, los juegos de la infancia, el bosque, Jaime, la mina abandonada a cielo abierto. Los almacenes abandonados cerca de la antigua cerámica abandonada conformaban un paisaje parado del tiempo que al final desapareció para siempre y dejó de existir mientras crecíamos y dejábamos para siempre atrás la infancia. A veces al mirar el pasado no era un sentimiento de nostalgia el que me perseguía ni añoranza, ni pena o melancolía. Era un sentiminento profundo de haber sido alguna vez uno con el universo; el Sol cayendo mientras nosotros volvíamos por el campo a nuestras casas con aquel sentimiento de aventura y curiosidad con el que mirábamos el mundo.






3



Al recorrer las mismas calles treinta y cinco años después del final de la infancia y aquél verano de 1989 te sorprendes al descubrir que todos nuestros juegos pertenecían a un reino pequeño que ya ha sido olvidado y que apenas cabía en algunas millas: aquél bosque y aquellos árboles que parecían oscuros gigantes cuando éramos niños, ni siquiera era un lugar tan grande al mirarlo desde la madurez y que aquellos juegos a los que ya no podíamos jugar llevaban hacia el único reino, la infancia. Treinta y cinco años después podemos volver a los mismos paisajes cambiados por el paso del tiempo pero no podemos volver a aquellos juegos. Tal vez el niño es sacrificado por el cielo cuando dejamos atrás los juguetes que un día abandonamos sin saberlo. Aquél reino fue demolido: la vieja granja fue demolida, la mina abandonada tapada para siempre, sobre el campo se levantaron centros comerciales y viviendas, chalets de lujo porque cada palmo de tierra que pisábamos tenía un precio. Sin embargo era de Oro el suelo que pisábamos: el bosque al caer la tarde cuando volvíamos a casa las tardes de verano, las paredes de la mina cuando nos lanzábamos por ellas subidos en tablas de madera, los partidos de fútbol en campos olvidados, jugar a las chapas las tardes de verano, coger renacuajos en las charcas, pisar el suelo de Oro del único reino, la infancia. Al cruzar el campo hacia la antigua vaqueria un anciano al ver un grupo de niños nos llamo desde lejos tocando una flauta y todos los niños fuimos corriendo hasta él. Había visto a ancianos antes pero él parecía muy viejo, tan viejo parecía que de las orejas le fueran a crecer setas y tenía el pelo blanco y raído.




• ¿Quién eres….?. - Pregunto otro niño.


• Solo soy un viejo. - Contesto el anciano.


• ¿Que haces aquí ?. - Preguntó otro niño.


• ¿ Porque eres tan viejo?. - Pregunté yo.


• Un día también serás tan viejo como yo. - Me contesto el anciano.


• No creo. - Dije yo mientras el resto de niños reían.




Mirad – os voy cantar una canción – y empezó a hacer sonar la flauta mientras los niños le mirábamos y al final de la canción empezó a cantar: ¡Franco !¡Franco! Tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con airel…!Al escuchar el culo blanco todos los niños empezamos a reír.



• ¿Quién es Franco…?. - Preguntó un niño.


• Quien era…. - Dijo acariciándole el cabello.


• ¿Ya esta muerto?. - Pregunté yo.


• Si. - Dijo el anciano. - Una vez hubo una guerra – Dijo entre cortadamente el anciano mientras todos los niños le escuchábamos en silencio.


• ¿Contra quién?- Pregunto otro niño.


• Contra nadie. - Volvió a decir el anciano


• Una guerra se hace contra alguien – Contesto otro niño.


• Si, fue contra alguien….fue una guerra en la que tú luchabas contra él. - Contesto el anciano señalando hacia mi.




Entonces desde la vaqueria se escucho el mugido de las vacas y todos los niños nos fuimos corriendo a ver las vacas. Desde una gran ventana mirábamos como los empleados cuidaban de las vacas y mirábamos desde lejos hasta que un empleado al vernos por la ventana cogió la manguera de agua a presión y empezó a lanzarnos chorros de agua hasta que todos los niños nos fuimos corriendo. Al mirar atrás el anciano ya no estaba y entonces Javier se acerco y me dijo – Yo lo he visto - .



• ¿El que has visto Javier?. - Pregunto su primo Alberto.


• He visto la guerra . - Contesto Javier. .


• ¿Que guerra?. Pregunte.


• La guerra de la que hablaba el anciano. - Volvió a decir Javier, - Está allí – dijo señalando hacia el bosque . -





Así que algunos niños empezamos a caminar guiados por Javier hacia el principio del bosque donde el cerro los gamos se hacen las cuestas mas empinadas hasta llegar a los primeros árboles del bosque. Allí caminamos entre sendas y árboles hasta una antigua edificación de cemento gris y oscura medio tapada por la vegetación y había algo en la piedra oscura y negra que daba miedo, algo antiguo que no pertenecía a la naturaleza, algo que provenía de los siglos remotos que nosotros ni siquiera podíamos calcular, algo que pertenecía a Caín.




• ¿Qué es ?. - Pregunté yo.


• De la guerra .. - Dijo Javier.


• ¿Qué guerra ?. - Pregunto Alberto.


• La que gano Franco. – Dijo Javier.


• ¿El que tenía el culo blanco?. - Pregunto Alberto.


• Son bunkers de guerra. - Dijo Javier.




Todos los niños nos subimos encima de los bunkers de guerra, y algunos se metieron dentro hacer que disparaban desde los nidos de ametralladora: Ta – ta – ta – ta – ta– ta . ¡ Mira Alberto como disparo! Así entre juegos pasamos la tarde hasta que al caer el Sol decidimos volver hacia casa gritando y cantando a todos los que nos cruzábamos en el camino que nos miraban aterrados al escuchar a niños cantar: ¡Franco! ¡Franco! ¡Tiene el culo blanco lavado con Ariel….! Aquel contraste , niños gritando libertad y viejos atemorizados al escuchar desde lejos a unos niños gritar ¡ Franco ! ¡ Franco !. ¿Quién fue Franco ?. Nos preguntábamos de oídas cuando empiezas a comprender que en el colegio no hay pupitres para zurdos porque en la dictadura no había zurdos. A mi hermano le ataban la mano izquierda en el colegio siendo un niño, a mi no. Unos pocos años después de la muerte de Franco y la llegada de la democracia la libertad se imponía en los colegios cuando todavía la educación era en su gran mayoría pública. Así conoces a Caín lentamente su huella detrás de las ideas, sus bunkers de guerra, la huella de un mundo que poco a poco se había desmoranado y se caía vencido por las décadas, sus ideas en desuso poco a poco olvidadas para siempre. Pero su huella, escondida entre la naturaleza, echa carne y piedra, permanecía indeleble como sus bunkers de guerra, los bunkers de guerra de Caín, en los insultos con connotación ideólogica, en el silencio cuando se hablaba de la dictadura porque era algo anterior a nosotros que todavía nos perseguía solo como memoria de un mundo peor , de un pasado anterior del mal que solo poco a poco comprendimos cuando poco a poco nos hicimos mayores y la infancia se desvaneció para siempre. Había algo terrible y macabro tanto terror y muerte que dejaba un eco vacío en las décadas como si aquel pasado terrible fuera una equivocación y viviéramos sobre el pasado de un mundo mejor que nunca pudo ser. Así también de niño nos enseñaron tal vez sin querer a no hablar de los bunkers de la guerra, a obviarlos, a olvidarlos. Ahora me sorprenden aquellos juegos cuando Alberto, yo y Javier corríamos por el bosque con nuestras armas y palos y una tarde sin querer pisar algo en el suelo, atrapado o escondido en la misma tierra y al escarbar sacar un casquillo de la tierra cómo si esta vomitará todavía sangre .




- ¿Qué es?. -Pregunte.


- Una bala de la guerra.


- Es mía.


- A ver que pone.


- ¿Que pone ?. - Todos a la vez.


- Pirotécnicas de Sevilla, 1934.


- Es una bala nacional. - Concluyo alberto -


- ¿Quienes eran los nacionales?.


- Los de Franco. - Dijo Javier.




Entonces miramos a todas partes hasta darnos cuenta de repente que estábamos en mitad del campo de alguna batalla de la Guerra Civil Española. Comprender de repente que tu mismo de alguna forma provenías de aquella guerra , de aquél pasado peor, algo anterior a nosotros y que mirando hacia el cielo parecía también sobrepasarnos como si ese pasado peor aún persiguiera a los hombres, porque aquel pasado peor de Caín, eramos nosotros mismos hechos carne. Durante un rato nos quedamos callados perplejos alrededor de todas las ideas que podían surgir del casquillo de una bala de la guerra civil.




- ¿Quién la dispararía …?.


- Un soldado.


Miramos hacia un lado y hacia otro, y así comprendimos que aquellos bunkers eran parte de las defensas de la ciudad y de la carretera de La Coruña.



- ¿Mataría a alguien?.


- Seguramente si. Ó a lo mejor fue una bala perdida.


- No lo podemos saber.


- No la quiero tener – Dije yo.


- ¿Por qué?.


- A lo mejor mato a alguien. - Volví a contestar.


- Yo me la quedo. - Dijo Alberto.


- Es mejor que no nos la quedemos nadie. - Dijo Javier.


- Es mejor. - Dije yo.


- Tírala – Alberto - , tírala. – Gritó Javier.






1989, arc.












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