miércoles, 16 de abril de 2025

Dj.


















6.


En aquél barrio había tres campos de fútbol abandonados, dónde la maleza había crecido por las bandas y las esquinas . Allí desterrado en el jardin de Orwell contemplaba su casa construida en los años 60`s. Parecía ya avocada a ser también material de derribo como muchas otras casas del antiguo barrio. Así mirando el jardin y la estatua del monje tapada por las enredaderas y yerbas recordaba pasajes desdibujados de la infancia: las porterías de fútbol oxidadas de campos de fútbol abandonados, el eco en las paredes de la antigua cerámica, la seriedad de los niños al recoger renacuajos en las charcas, el silencio en mitad del bosque, los trenes pendulares cortando el paisaje, el fuerte olor a tierra mojadada después de las tormentas de verano. Con aquel pensamiento de fugacidad de todas las cosas pasajeras cómo somos nosotros, la infancia, la vida, los momentos pasajeros que regresan sin saber por qué de repente para después ser olvidados entre el tremor vacío de nosotros mismos, la música de radio 3 y el ladrido del perro; todo es fugaz , todo es pasajero mientras todo cambia o se desvanece cómo se desvanecieron aquellos lugares olvidados dónde jugábamos cuando éramos niños, cómo se desvaneció nuestra infancia poco a poco hasta desaparecer para siempre. Aquellos lugares deshabitados y abandonados habían desaparecido para siempre y cómo nuestra infancia olvidada cómo si solo fuéramos momentos perdidos en la infinidad del alma. Tal vez solo era un sentimiento de perdida al que le sigue el duelo ante la ausencia. . Es el Dios de la perdida, todo lo perdemos de ahí proviene la angustia como motor de la poesia moderna. Nadie se acarcaba a Orwell por esto a mi me gusta estar allí dónde nadie me molesta, nadie se acerca al perro Van y allí en aquella parcela abandonada dónde habían quedado atrapadas las décadas. Un lugar abandonado o sin sentido a punto del derribo dónde el polvo de las estaciones apenas se remueve bajo las pies de la estutua del monje de hierro . El universo solo busca perpetuarse. Es el duelo ante la - ausncia - de Dios es nuestra pérdida una pérdida que compeinza cuando abandonamos la infancia y que como las hojas caen abandonadas porque Dios esta oculto , la ausencia de Dios, la perdida y solo al desocultarse podemos intuir su antigüa y primitiva presencia a través de señales. Los pinos oscuros y sus espinas, las anglicinas abiertas , las lilas cortadas encima de la mesa. El paso del mirlo detrás del pozo, los gorriones amontonados. Las hojas que caen de las los ramajes oscuros. Es el mundo de la pérdida otros solo veran al final un gran cementerio .



1989.






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